Corre el año 787 y los musulmanes dominan todos los territorios hispánicos. La joven Alana, hija de una jefa del clan astur y un guerrero godo, es arrebatada de su castro para formar parte del Tributo de las Cien Doncellas: un racimo de muchachas que cada año entrega el príncipe Mauregato al emir cordobés, en señal de sumisión, para que formen parte de su harén. Así se despliega una trama cuajada de aventuras, pasión y heroísmo que tendrá como escenario Pravia, capital de los reyes holgazanes, la antigua corte visigoda de Toledo, Córdoba y su embrujo andalusí, Vasconia, Aquisgrán, y, como telón de fondo, siempre ese reino de brumas que es Asturias en sus primeros pasos hacia la Reconquista. Y una galería de personajes legendarios en la que confluyen Abd al-Rahman I, Carlomagno, Adosinda, el Beato de Liébana, Alfonso el Casto e incluso Santiago Apóstol.
El ejército de Eduardo Plantagenet invade Escocia. Lynx de Warenne recibe del rey la orden de custodiar la seguridad del castillo de Dumfries, situado en las tierras fronterizas de fundamental importancia.
Lynx es un viudo de treinta y un años y lo que más desea es un hijo que alegre su vida, prolongue su apellido y conserve las tierras que son propiedad de la familia. Y, sin embargo, es un hombre que teme al amor y vive acosado por la sospecha de ser estéril.
Cuando Jock, mayordomo del castillo, se entera de que Lynx desea ser padre, le sugiere un matrimonio de prueba, una costumbre escocesa que permite a un hombre y a una mujer vivir juntos durante un año y un día y, al término de ese período, decidir si se casan o se separan. Si de esa unión resulta un hijo, este hijo es considerado legítimo aun cuando no se produjera el matrimonio.
Jock ofrece a Lynx su hija menor, Jane, y el noble acepta el matrimonio de prueba sin importarle que sea una plebeya que siente terror pro él y que hace denodados esfuerzos por ocultar sus atractivos.