Un número indeterminado de españoles (¿50.000, 60.000, 90.000...?) desapareció durante e inmediatamente después de nuestra Guerra.
Desaparecieron de muchas formas, ominosas todas, y el Pacto de Amnesia de la Transición contribuyó a que su memoria y su rastro se perdieran para siempre. Este libro, acaso la primera monografía, cuyo relato sobre nuestros desaparecidos, discurre por los territorios del horror, se detiene en las diversas estaciones del monumental desaparecedero español de la Guerra.
En esas estaciones están los niños perdidos en las huidas, en los bombardeos, en el caos de las evacuaciones y en el delirante episodio de las repatriaciones franquistas de los hijos de los “rojos”; las pesquisas desesperadas, infructuosas, de los que les perdieron y aún los buscan; las decenas de miles de desaparecidos a causa del terror fascista por el que se desvanecieron, bien que asesinados, en Melilla, en Granada, en Málaga y en Toledo; también está la desazón insoportable de las esposas, de las madres, de las hijas que ya nunca volvieron a ver a sus hombres desde que se los llevaron; las víctimas del terror revolucionario que pretendía inaugurar un nuevo mundo mediante los paseos, las checas y los templos quemados; está la carne rota, irreconocible, de los hospitales y los enterramientos de campaña; están, representando a los soldados desaparecidos, desconocidos, de todas las batallas, los desgraciados “flechas negras” italianos perdidos en Guadalajara; están los cuerpos que flotan como peces torpes en el río de una aldea; también los tripulantes de un submarino dormidos frente a Málaga; los “topos” y los huidos de la venganza franquista; están los que enloquecieron y desaparecieron de sí mismos; los que yacen en las innumerables fosas comunes que sarpullen el suelo de España, y están, en fin, los que cuyas sombras, invocadas por sus nietos, deambulan por las páginas de Internet.