Kant, el hombre que tuvo razón
Basta, sostenía, con saber utilizar los recursos intelectuales que cada uno posee para preguntarse por las razones que explican una determinada conducta (descubriendo, así, si dicho criterio podría ser asumido por cualquier otro a modo de principio universal).
Kant no dinamita la figura del maestro, que aspira a orientar a sus discípulos hasta que puedan valerse por sí mismos, pero sí censura a cuantos ejercen una suerte de tutela vitalicia sobre sus devotos, impidiéndoles su emancipación.
Kant aspira a que cada uno de nosotros dirija sus vidas, afronte sus problemas y asuma las responsabilidades derivadas de sus decisiones.
Trataba de combatir, con ello, el intento de imponer cualquier forma de pensamiento único
La libertad ha de ser una aspiración innegociable.
El proyecto ilustrado no es una reliquia caduca ni el vestigio de un propósito extinguido. Al contrario: puede que ahora más que nunca se haga necesario repensar sus consecuencias de una manera más heterodoxa, con mayor rigor y entusiasmo.
Kant, el hombre que se encomendó a la razón y que cambió la manera de entender la ética, la libertad, la religión, el autogobierno y la relación entre los países.
¿Qué es la Ilustración?, en el diario Berlinische Monatsschrift. La respuesta ocupa la primera línea del texto: «Es la salida del hombre de su inmadurez autoincurrida»
El propósito de la disertación kantiana no era otro que espolear a sus semejantes a emanciparse de toda tutela, a pensar por ellos mismos, para lo cual no se requiere ser un erudito
Las consecuencias de este pensamiento ilustrado, lejos de haberse consumado, laten en textos de radical vigencia, como la Declaración Universal de los Derechos Humanos